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Mejores que ellos.

Echando un vistazo a noticias recientes como las relacionadas con los atentados de Sri Lanka o Donald Trump designando a la Guardia Revolucionaria de Irán como organización terrorista y desplegando un portaaviones en Oriente Medio, cuesta creer que una vez el mundo occidental, con los Estados Unidos de América a la cabeza, tuvo otro enemigo, distinto del fundamentalismo islámico que desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 ha ocupado en la política estadounidense y en las mentes de sus habitantes el espacio que había dejado vacío la Unión Soviética.

Estados Unidos ya habría sufrido atentados provocados por el terrorismo islámico en décadas anteriores, el primero en suelo estadounidense en 1993, en el mismo World Trade Center, en el que seis personas murieron debido a la explosión de una furgoneta bomba. Sin embargo, cuando los dos aviones de pasajeros se estrellaron contra las Torres Gemelas la conmoción fue inmediata, y como consecuencia de los ataques no solamente los Estados Unidos se embarcaron en dos guerras, sino que se produjo un cambio cultural que hoy en día se siente con fuerza aún, instigando debates acerca del equilibrio entre libertad y seguridad y convirtiendo el terrorismo en una de las mayores preocupaciones sociales de lo que llevamos de siglo. Las muestras de la influencia de los atentados en la cultura popular, habitualmente a modo de homenaje a las víctimas y a los trabajadores de servicios de rescate, se multiplicaron por los distintos medios durante ese año y los siguientes, en películas, documentales, series de televisión, libros, etc. Incluso en un medio como el cómic de superhéroes, normalmente considerado como un modo de evasión del mundo real, se hizo eco de los hechos que el mundo real estaba sufriendo como ya había ocurrido en ocasiones anteriores.

El primer especial publicado por Marvel Comics al respecto de los atentados llegó un mes después de los mismos, con el título Heroes, y recopilaba ilustraciones de algunos de los dibujantes más importantes del sector. En el mes de diciembre, los hechos del 11 de septiembre comenzaron a abordarse dentro de las publicaciones regulares de Marvel en Amazing Spider-Man vol. 2 36, que comienza con la primera página en negro y la línea «interrumpimos nuestra programación habitual para ofrecerles el siguiente boletín especial», para continuar con una ilustración a dos páginas de las torres destruidas. Spider-Man baja a la calle para encontrarse con un par de personas que corren en dirección opuesta a la nube de humo y polvo, y al pasar le preguntan «¿cómo habéis podido dejar que esto pasara?», a lo que el héroe responde para sí mismo con otra pregunta: «¿cómo podíamos habérnoslo esperado?». Este intercambio pretende reflejar una de las reacciones de la población estadounidense tras los ataques, así como la respuesta de su gobierno. En la quinta página Peter, ya frente a las torres, reflexiona acerca de la locura necesaria para cometer un acto así, no se nombran aquí «Al-Qaeda» o «Bin Laden», ni se mencionarán en todo el relato. El enemigo no tiene nombre, es la locura, mal encarnado.

La siguiente página muestra a policías, médicos, y bomberos junto con los héroes buscando supervivientes entre los escombros, elevando a estos trabajadores a la categoría de héroes. Pero este mensaje se ve oscurecido por la viñeta mucho menos sutil que muestra a un elenco de algunos de los villanos más conocidos del universo Marvel lamentándose e incluso llorando ante la monstruosidad de los terroristas. El resto del número continúa remarcando la heroicidad de los servicios de rescate y las fuerzas del orden, «hombres y mujeres normales» que se arriesgan aún así para salvar vidas. Una de las páginas siguientes incluye una viñeta en la que el fondo se compone de un grupo de musulmanes alzando armas y celebrando, con otros cuatro en primer plano lamentándose, y el cómic se acerca al final ya con referencias a la guerra de Afganistán, con la voz en off de Spider-Man recordando que todas las guerras tienen inocentes y pidiendo al gobierno que «sea mejor» que ellos, no muy convencido al respecto. Sin embargo, no vemos por ninguna parte que se cuestione la necesidad de dicha guerra.

Las últimas páginas del número transmiten un mensaje de unión nacional para afrontar y superar la tragedia, de nuevo, esa idea de ser mejor que ellos y alzarnos de nuestras cenizas. Con este final, queda claro que la finalidad del número es la de homenajear a los trabajadores y las víctimas, así como hacer un repaso por los sentimientos del pueblo estadounidense tras los atentados, y si bien Straczynski, guionista del cómic, no falla a la hora de idear diálogos e imágenes emotivas, el número en general muestra una actitud peligrosa, pues falla a la hora de considerar las causas y consecuencias políticas de toda la situación y se queda limitado a un mensaje plano y que en ocasiones parece hasta propagandístico, con un enemigo al que se trata de «el otro» y tratando abiertamente una guerra a la que tampoco se muestra oposición.

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