Otros

¿Arte del cristianismo o el primer fan art?

El fan art se define, en la Wikipedia, cómo “obras de arte, principalmente visuales, que están basadas en personajes, épocas, vestuarios u otros que el artista toma de universos previamente creados por un tercero.” Si partimos de esta definición no existe el debate, por suerte, en torno a si el género fan art es arte o no (que derivaría inevitablemente en la eterna pregunta, ¿Qué es el arte?) Sin embargo, aunque a nivel técnico podamos englobarlo dentro del terreno artístico, a nivel social suele sufrir un inmenso prejuicio que lo aleja de cualquier tipo de profesionalidad o valorización real. El fan art es la representación, generalmente pictórica, de personajes, escenas o eventos inspirados en una obra narrativa, audiovisual o musical generalmente ficticia y de carácter fantástico. Tiende a ubicarse sus inicios en el trabajo de los fans entorno al universo de Star Trek en los años 70, aunque, según esta definición cualquier representación de escenas bíblicas no deja de ser un fan art de la vida de Cristo.

Claro que, ubicar el arte entorno al cristianismo cómo fan art sería probablemente una falacia que le robaría a un género artístico concreto la relevancia, seriedad, sobriedad e importancia que realmente tiene, pues el seguimiento ciego a una historia de características fantásticas a lo largo de cientos de años, la idolatría de una figura, la teorización entorno a esta y la congregación de fanáticos de manera anual no tiene absolutamente nada que ver con la Comic Con de San Diego.

No, no tiene nada que ver y su contexto, objetivo y recepción son completamente diferentes. El fan art está considerado un fenómeno contemporáneo y aunque sus características son cuanto menos generales y pueden englobar otros géneros artísticos si no limitamos su cronología, sería probablemente erróneo hacerlo, ¿no?

Los motivos fácilmente identificables por los que el fan art no ha sido estudiado, o siquiera excesivamente mencionado, dentro del debate entorno a las nuevas corrientes artísticas son varios. Por un lado, la ausencia de profesionalización entorno a su realización parece ser el primer paso para restarle seriedad y relevancia. No se necesita una carrera, ni siquiera un curso, en bellas artes o historia para poder hacer un fan art, sólo tiempo libre y capacidad (algo que en realidad suele resultar mucho más relevante que cualquier tipo de formación artística para alguien que se quiere dedicar a la creación de obras). Por otro lado, son tan abundantes, tan variados, de creación y olvido tan constate, con tantas estéticas y medios diferentes que su clasificación o el establecimiento de un estándar o norma de calidad (por supuesto, siempre imprescindible), parece imposible. Además, carecen, en teoría, de algo excesivamente valorado en el ámbito artístico, que lleva décadas buscando renovarse; la originalidad. El fan art habla y se expresa entorno a algo que ya existe, que otra persona ha creado y que es el verdadero arte. Un verdadero arte que sin embargo se ve lo suficientemente amenazado cómo para prohibir la realización de obras entorno a ella, aún a pesar de que su autor falleció hace años y pertenece más a la cultura pop que a un individuo, cómo sucedió recientemente con El Señor de los Anillos. Y no podemos olvidar que la mayor parte de productoras de fan art son mujeres, además, jóvenes. Y no hay nada que quite más seriedad a algo que el apoyo de un grupo grande, unido y entusiasmado de mujeres jóvenes. No así, un grupo grande, unido y entusiasmado de hombres jóvenes que no dejan de ser individuos apasionados y comprometidos con aquello que les hace feliz; otro grupo de hombres jóvenes, grande, unidos y entusiasmados por golpear un balón.

El fan art reúne entonces una serie de características que derivan en una marginalización artística. Y quizás es mejor así, pues no es necesario que toda actividad sea productiva y puede ser que su creación sea mejor y más sincera alejada de las dinámicas mercantiles pertinentes en el mundo del arte. Es innegable, sin embargo, su relevancia hoy en día. Los autores tienen prohibido por las editoriales la lectura de fanfictions relacionados con sus obras para evitar así posibles denuncias por plagio, los fans de El Señor de los Anillos tienen prohibido dibujar (y publicar) a Gollum y una de las series principales derivadas de la saga Star Wars nace de los dibujos e ideas de un fan en la red social Tumblr. Existen miles y miles de obras de malísima y buenísima calidad, de género literario, pictórico, musical…  La película Troya no deja de ser una interpretación y creación entorno a la Ilíada, por muy erróneo que pueda resultar ubicar a Aquiles y Patrocles cómo primos, y eso no deja de ser un fan art.

El sesgo para su calificación es, desde luego, ambiguo. Algunas obras han llegado a la pantalla fantaseando sobre todas las maneras en las que una relación con un hombre (inspirado en la figura de Harry Styles) puede ser tóxico o qué pasaría si Edward Cullen fuera CEO (50 Sombras de Grey). Mientras, otras obras con grandes historias o representaciones permanecen en segundo plano y siguen sin tomarse en serio porque, al fin y al cabo, son niñas entusiasmadas con poca originalidad y mucho tiempo libre.

Deja un comentario